Gastronomía
De la caldereta al zorongollo
La cocina extremeña es sencilla y rica en matices, su intenso sabor y la calidad de sus materias primas propias de la tierra, han hecho que se convierta en una de las más admiradas de la Península.
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- De la caldereta al zorongollo
Manjares extremeños de toma pan y moja
La cocina extremeña es sencilla y rica en matices, su intenso sabor y la calidad de sus materias primas propias de la tierra, han hecho que se convierta en una de las más admiradas de la Península.
Extremadura es un paraíso gastronómico y natural que te sorprenderá. Y es que un sinfín de recetas heredadas de antiguo han pasado de generación en generación hasta llegar a nuestros días para deleitarnos con sus exquisitos sabores.
La caldereta de cordero, por ejemplo. Un guiso de origen pastoril que ha llegado a nuestros días sin perder su esencia y se ha convertido en uno de los más emblemáticos de la región. Los productos básicos empleados para cocinar esta receta son la carne del cordero, hígado, cebolla, ajo, pimiento morrón, pimentón de La Vera, aceite, vinagre, agua, sal, vino, unos granos de pimienta, una rebanada de pan y una hoja grande de laurel. En este caso, el recipiente en el que se realiza la comida cobra especial importancia, pues del caldero de hierro toma su nombre la receta.
Otro guiso a base de cordero es la chanfaina, un plato típico de Fuente de Cantos. Se cuenta que la preparaban los pastores cuando los señores les mandaban sacrificar un cordero para asar. El pastor les entregaba las partes nobles y se quedaba con las innobles para elaborar su chanfaina: un rehogado de hígado, bofe, corazón, riñones, tripas y un trozo de carne de falda cortados a trozos pequeños y regulares que se aliñan con aceite, cebollas, ajos, laurel, pimiento, una guindilla, una pizca de puré de tomate natural y vino blanco. Si coincide que estás en Fuente de Cantos el último domingo de abril, podrás participar en la fiesta de la Chanfaina, considerada Fiesta de Interés Turístico de Extremadura.
El zorongollo. A simple vista puede parecer una simple ensalada de pimientos asados, pero en realidad la receta tiene miga. Para que los pimientos se hagan bien, hay que pintarlos con aceite, salarlos y ponerlos al horno hasta que pierdan su tersura primitiva. Mucho mejor si se cocinan directamente sobre el fuego, a la brasa. Del mismo modo hay que asar los tomates y los ajos. Una vez asados, se meten en una olla y se tapan hasta que se enfríen, entonces, se pelan y se parten en tiras. El tomate y el ajo, se machacan en un mortero. El toque final se lo da el aliño, para el que usa el jugo de tomate y ajo, aceite de oliva, también de la tierra, y un pellizco de sal. Llegados a este punto solo queda por añadir una pizca de paciencia del comensal, pues la mezcla no se pude degustar hasta pasadas 24 horas, cuando el zorongollo haya macerado.
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